por Javier Lainez Royo
Nunca hubiera imaginado llegar a una situación en la que toda una afición asistiera impotente a visualizar una degradación tan grande como la que está sucediendo el Real Zaragoza SAD.
La desesperación y la poca ilusión que nos queda, está llegando a unos limites que me hacen dudar, si la lucha que unos cuantos emprendimos hace ya años merece la pena continuarla o, por el contrario, abandonar el camino emprendido y dejar al destino una historia de 81 años que tanto costo construir con el esfuerzo de miles de personas que en su día, forjaron con coraje y mucho sacrificio.
Como quiera que uno siempre otorga la presunción de inocencia, no se si consciente o inconscientemente, el máximo responsable de la SAD y su equipo de dirección, pretenden cerrar la puerta definitivamente, para que todos, absolutamente todos, dejemos de sufrir y nos mentalicemos que el final del Real Zaragoza se sentenció hace ya casi 8 años, con la llegada de Agapito Iglesias y el VºBº de los políticos de turno.
El divorcio entre la actual dirección y su afición es absoluto y, como sucede en los matrimonios, uno de los dos deberá abandonar la casa y comenzar una nueva vida.
No tengo ninguna duda que, quien debe de salir por la puerta y no volver jamás es el que ha sido reiteradamente infiel y dar la oportunidad de rehacer la vida a quien durante casi un siglo ha permanecido en su sitio, contra viento y marea, como es la afición zaragocista.
El dolor por el maltrato psicológico, así como el desprecio continuado, ha alcanzado unos límites insufribles, hasta tal punto que, las acciones y reproches vertidos constantemente sobre quien realiza esa vejación, ya no hacen efecto para conseguir una solución digna y sin traumas.
Cambiar de pareja y buscar un nuevo inversor, se convierte en una tarea casi imposible, pues quien quiera hacerse cargo de este Club está muy distante de conocer la realidad del mismo, pues día a día se van conociendo asuntos que asustan al mas valiente, haciendo casi imposible el primer contacto que podría llevar a una relación estable y duradera, como poco de otros 81 años.
Posiblemente, el responsable de tanta desgracia, esté dando sus “coletazos” finales y, como quiera que se trata exclusivamente de intereses lucrativos, atrape “el ultimo millón” y se de a la fuga, dejando como único bien, los trofeos conquistados, una deuda multimillonaria y un reguero de acciones judiciales que de con el Real Zaragoza SAD en el cementerio futbolístico, donde desgraciadamente ya existen cientos de fallecidos.
La presión zaragocista, poca o mucha, ha sido insuficiente. La demanda de auxilio, por parte de la afición, no ha sido escuchada. La información veraz y contrastada de lo que ha venido sucediendo en los últimos años, la hemos venido transmitiendo puntualmente, tal y como lo prometimos desde el inicio del proceso concursal, pero no ha terminado de llegar al corazón del león, para que entre todos hiciéramos la fuerza suficiente y sacar al Real Zaragoza de esta maldita situación.
En definitiva, estamos atrapados, tanto los aproximadamente 14.000 accionistas minoritarios, como miles de aficionados y seguidores de un club histórico que agoniza ante nuestra mirada e impotencia.
Mientras todo este desastre sucede, un Real Zaragoza en coma, pero aún vivo, ve como está siendo abandonado por su dirección general, por su máximo accionista y por sus responsables técnicos, sin fuerza en la garganta para reclamar justicia.
También observa impasible, como diferentes grupos y personas, agraciadas con prebendas agapitistas y pitaristas callan y otorgan razón a los que han sido traidores al zaragocismo, en lugar de censurar públicamente tanto desmán.
Esos que ahora se arriman y los que en su día juraron fidelidad a los responsables de tanto desatino, mañana clamarán justicia y querrán excusar su traición como vulgares cobardes que son y seguirán siendo.
Este Real Zaragoza no merece un final así. Este Real Zaragoza, querido, respetado y en miles de ocasiones futbolísticamente temido, merece que su corazón siga palpitando y, con una buena recuperación y gestión de sus órganos vitales, renazca con fuerza y entusiasmo.
Si ese balón de oxigeno no somos capaces de dárselo y no extirpamos el cáncer que lo está destruyendo, tendremos que hacernos a la idea de un final agónico y lleno de un sufrimiento mayor del que ya está padeciendo.
Nunca hubiera imaginado...